La Oración


Introducción

En el principio, aunque Adán no veía la presencia de Dios, escuchaba la voz divina (Génesis 3.8-10). Pero al desobedecer a su Creador se rompió esa comunión (Génesis 3.1...). Desde ese momento en adelante, fue necesario, hasta cierto punto, echar mano de la fe para poder comunicarse con el Señor Dios todopoderoso. En la actualidad, hay que creer, hay que hacer uso de la fe para poder hablar con Jehová Dios, sin verle con los ojos naturales, pero teniendo la plena certeza de su existencia (Hebreos 11.6). Acompáñeme.

 

¿Qué es la Oración?

Orar es hablar ante la presencia de Dios, verbal o mentalmente, pidiendo y suplicando su favor o dándole gracias por las bendiciones recibidas.

 

¿Por qué hacerla?

Es la única manera de comunicarnos con Dios

Habían transcurrido unos doscientos treinta y cinco años, desde la creación de Adán hasta el nacimiento de Enós, cuando comenzaron estos a invocar el nombre del Señor para pedir su ayuda. "Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová" (Génesis 4.26). Abraham se comunicaba de esta manera con Dios. "Y dijo Abraham a Dios: Ojala Ismael viva delante de ti" (Génesis 17.18). Moisés recurría a este medio, para hablar con su hacedor. "Entonces Moisés salió de la presencia de Faraón, y oró a Jehová" (Exodo 8.30).

 

Samuel también lo hacía. "...Y se apesadumbró Samuel; y clamó a Jehová toda aquella noche" (I Samuel 15.11). Eliseo oraba. "...Oró Eliseo a Jehová y dijo: Te ruego..." (II Reyes 6.18). Nuestro Señor Jesucristo oraba para comunicarse con su padre, y como sus discípulos debemos imitarle. "Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba" (Lucas 5.16). "...Y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado..." (Juan 17.1). Los apóstoles y discípulos oraban. "Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan... Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos" (Hechos 1.13-14).

 

Es un mandato divino. El Señor Jesús dice: Velad y orad... (Mateo 26.41). Por medio del apóstol Pablo, nos manda: "Orad sin cesar" (I Tesalonicenses 5.17).

 

Haciendo esto somos librados de entrar en tentación

Estando en el huerto de Getsemaní, el Señor Jesús hace ver a sus discípulos la importancia de orar. "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26.41). También la biblia expresa: "Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4.7). El sometimiento incluye la oración.

 

¿Cómo hacerla?

En el nombre de Jesucristo

En la antigüedad, en el Antiguo Pacto que Dios concertó con Israel, había sacerdotes que servían de mediadores entre Jehová y el hombre. "Y el sacerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la traerá al tabernáculo de reunión" (Levítico 4.5). "Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados" (Hebreos 5.1). De igual manera en el Nuevo Pacto, hay un sacerdote que media entre Jehová y el ser humano, el cual es Jesucristo. "Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Salmos 110.4). "...Teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios..." (Hebreos 4.14).

 

No cualquier persona puede acercarse a Jehová Dios de los ejércitos. "De ella saldrá su príncipe, y de en medio de ella su señoreador; y le haré llegar cerca, y él se acercará a mi; porque ¿quién es aquel que se atreve a acercarse a mí? dice Jehová" (Jeremías 30.21). Por esta razón nadie más tiene este privilegio, solo Jesús. "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (I Timoteo 2.5). Jesús dijo que al orar, todo tenía que pedirse así, en su nombre. "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, lo haré" (Juan 14.13-14). "...Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé" (Juan 15. 16). "...De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido" (Juan 16.23-24).

 

¿Cuándo hacerla?

En todo tiempo

La fortaleza del cristiano no proviene de sí mismo, sino que tiene su origen en Dios (Juan 15.5), quien es la fuente que sustenta a toda la creación. "El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder..." (Hebreos 1.3). De ahí la necesidad de estar en comunión con Jehová cada día, pues es él quien nos sostiene. Comparo la fortaleza del cristiano, en Dios, como una batería de carro, que necesita constantemente estar cargándose para que pueda tener energía y hacer su trabajo. De la misma manera el hijo de Dios necesita diariamente recargar sus fuerzas espirituales para afrontar o hacer frente a las diferentes situaciones de la vida.

 

Es importante recordar que el siervo de Jesucristo, quien ya le tiene en su corazón como Señor, está en una lucha constante contra fuerzas que son superiores a él, y que si no se fortalece en Dios, no podrá estar en pie mucho tiempo." ...Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6.10,12). Jesucristo nos hace ver esta necesidad. "También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia..." (Lucas 18.1,7-8). "Orad sin cesar" (I Tesalonicenses 5.17).

 

Desde la antigüedad los hijos de Dios han tenido esta práctica, que es vital para permanecer cerca de nuestro Creador. Ana oró, y Jehová le concedió poder concebir, quedar embarazada. "Ella con amargura de alma oró a Jehová... después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo..." (I Samuel 1.10,20). Cuando Job estaba pasando por una prueba muy difícil, rogaba a su Dios. "Acuérdate que mi vida es un soplo, y que mis ojos no volverán a ver el bien" (Job 7.7). David oraba, cuando estaba afligido. "Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir" (Salmos 5.1). Cuando estaba agradecido. "Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Me has librado de las contiendas del pueblo; me has hecho cabeza de las naciones; pueblo que yo no conocía me sirvió" (Salmos 18.1,43). También lo hacía cuando estaba alegre. "Has cambiado mi lamento en baile, desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre" (Salmos 30.11-12).

 

¿Qué postura adoptar?

La ideal es sobre nuestras rodillas

Hablar con Dios no es como hablar con cualquier persona, en el sentido de que él no es un ser humano más, sino que es el creador nuestro y de todo lo que existe en el universo. Por tal motivo, cuando se habla con Dios es necesario estar preferentemente de rodillas; esta es la postura que muestra al Señor nuestro respeto y adoración a él. Por supuesto que se puede orar en cualquier otra postura, pero está es la ideal, la que más agrada a Jehová, porque nos humillamos ante su presencia, le adoramos y reconocemos lo que él es, nuestro hacedor. "Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová" (II Crónicas 20.18).

 

Abraham reconocía esto y se humillaba ante su Señor. "Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él... Entonces Abraham se postró sobre su rostro..." (Génesis 17.3,17). Elías oraba de esta manera. "...Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas" (I Reyes 18.42). Esdras se arrodillaba. "...Me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios" (Esdras 9.5). Daniel también lo hacía. "...Daniel... se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios..." (Daniel 6.10). Nuestro Señor Jesucristo adoptaba esta postura cuando oraba. "Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo..." (Mateo 26.39). Los apóstoles seguían su ejemplo. "...Pedro se puso de rodillas y oró..." (Hechos 9.40).

 

Es importante hacer diariamente, aunque sea un poco de tiempo, y hablar con Dios de esta manera, para que bendiga nuestra vida.

 

Beneficios

Hay una infinidad de bendiciones esperando al hermano/a que gusta de la práctica de la oración. Primero que nada, quien ora, disfruta de la paz de Dios, de su alegría o gozo, de su amor y de su sola presencia. Cuando oramos nos llenamos de Dios; esto significa que tenemos poder en nosotros, poder para decir no al pecado y para afrontar adversidades o dificultades que pudieran venir. Con la oración, se puede cambiar cualquier situación en la vida, literalmente hablando. Podemos pedir cambio de carácter, cambio en el estilo de vida de cualquier ser querido (si está obrando mal), amor para el cónyuge o para cualquier persona, tener un espíritu recto para con Jesús, un ministerio, casa etc. Todo, lo que sea, se puede pedir en la oración, y si es la voluntad de Jehová y somos insistentes y pacientes, lo recibimos. En lo personal, Jesús me ha enseñado, con su palabra y la propia experiencia, que no hay cosa o situación en la vida que no pueda ser cambiada con la oración. Cualquier cosa se puede lograr si se pide la ayuda divina, pues la biblia dice que para Jehová no hay nada imposible (Jeremías 32.27; Lucas l.37). A mí me ha bendecido en gran manera, mi Señor Jesús, por este medio.

 

Conclusión

Esta práctica es la que fortalece los lazos que unen al siervo de Jesucristo con su Dios. Una persona natural si no se relaciona con su pariente no lo estima, aun cuando sea su padre o madre o hijo/a etc. De la misma manera, para estimar o amar a Dios, es menester orar. La oración es vida y fortaleza, literalmente hablando, para aquel que la práctica.

 

Citas; Reina Valera 1960.